Rebelión de Túpac Amaru y Micaela Bastidas: Resumen y claves históricas de la insurrección

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José Gabriel Condorcanqui, también conocido como Túpac Amaru II, junto a su esposa Micaela Bastidas, lideraron la más importante rebelión en América contra el colonialismo español. Su lucha se extendió a Bolivia, Argentina y Chile.

Resumen

Túpac Amaru II encabezó la lucha por la independencia de Perú en la localidad de Tinta (Cuzco) el 4 de noviembre de 1780. Su asesinato fue ordenado por el gobernador general Francisco de Toledo en la plaza de Waycaypata, en Cuzco.

José Gabriel Condorcanqui Noguera, más conocido como Túpac Amaru II, nació el 19 de marzo de 1742 en la provincia de Canas, al sur del Perú. Era descendiente de Juana Pilcowaco. A los 20 años contrajo matrimonio con Micaela Bastidas, quien tenía solamente 15 años. Micaela Bastidas, originaria de Pampamarca, en la provincia de Arequipa, tuvo tres hijos con él: Hipólito, Mariano y Fernando.

En 1780, Túpac Amaru II lideró una campaña militar para defender los derechos laborales de los indígenas, reconocer legalmente sus derechos y abolir completamente el régimen colonial.

La rebelión comenzó en la provincia de Tinta y se extendió a otras 24 provincias de países sudamericanos. En esta valiente hazaña, 100.000 indígenas perdieron la vida y se derrotaron a 1.200 tropas realistas en Sangarará.

El 18 de mayo de 1781, Túpac Amaru fue arrestado y brutalmente asesinado. Fue atado a varios caballos e intentaron desmembrarlo, pero no lo lograron, por lo que finalmente se le decapitó.

Aspectos destacados de la rebelión de Túpac Amaru y Micaela Bastidas

La hazaña comenzó el 4 de noviembre de 1780 en las alturas del Cusco. Ese día, el cacique asistió a un almuerzo en casa del párroco de Yanaoca, Carlos Rodríguez. Allí estaba el poderoso juez Antonio de Arriaga, ambos se conocían desde hacía mucho tiempo. Parecía ser una reunión rutinaria entre el líder étnico de la región y el recaudador de impuestos español, pero esa tarde sería diferente. Túpac Amaru le tendió una trampa a Arriaga. Cuando este regresó a su casa en Tinta, fue interceptado en la calle y capturado.

Arriaga estuvo preso durante seis días en el sótano de la casa de Túpac Amaru y Micaela Bastidas en Tungasuca. Fue obligado a firmar cartas y documentos para obtener dinero, y con las llaves del magistrado, Túpac Amaru viajó a su residencia en Tinta para hacerse con casi un centenar de rifles, escopetas, pólvora, balas y alrededor de 22.000 pesos provenientes de la recaudación de impuestos.

El 10 de noviembre, el líder insurgente convocó a los habitantes locales, indígenas, mestizos y criollos, a una colina cerca de Tungasuca, donde se llevó a cabo el juicio y posterior ejecución de Antonio de Arriaga, el máximo representante español en la región. Antonio de Arriaga reclutaba indígenas para trabajar en las minas de Potosí. Fue ejecutado por uno de sus esclavos, un afrodescendiente llamado Antonio Oblitas, en nombre de Dios y del rey, por ser considerado «dañino y tiránico». Desde ese momento, se abolieron impuestos como la Alcabala, la Mita y el Repartimiento. Además, se restableció el uso del quechua y se eliminaron los Obrajes, lugares de trabajo y confinamiento donde muchos indígenas morían.

Para muchos de los presentes, la rebelión tenía un origen divino y algunos esperaban la restauración del Tahuantinsuyo. Túpac Amaru, quien era cristiano, lector de los escritos del Inca Garcilaso de la Vega y amigo de los sacerdotes, buscaba restablecer la justicia y la hermandad entre españoles e indígenas. Durante más de cinco meses, los rebeldes desafiaron al poderoso dominio español. Movilizaron a miles de personas, capturaron ciudades, incendiaron haciendas y granjas, sitiaron Cusco y enfrentaron de manera efectiva a las Montoneras. La participación de Micaela Bastidas fue fundamental: se encargaba de la logística, las armas y la comida. Recolectaba leña, distribuía coca y alcohol, elementos vitales para las tropas formadas por 30.000 indígenas y mestizos, y no pocos criollos, incluyendo a Felipe Bermúdez y Antonio Castelo. Estas tropas luchaban en campamentos improvisados a más de tres mil metros sobre el nivel del mar y en condiciones de lluvia constante.

Uno de los mayores enigmas históricos acerca de esta rebelión fue la decisión de Túpac Amaru de no atacar Cusco hasta la Navidad de 1780, a pesar de tener una ventaja sobre las fuerzas realistas debilitadas, lo que habría significado una victoria para sus seguidores. Sin embargo, a principios de 1781 llegaron los batallones de mulatos de Lima y la movilización de las tropas indígenas lideradas por los caciques leales a la corona, quienes nunca respondieron a los llamamientos de Túpac Amaru. Esto inclinó la balanza a favor de los españoles.

A pesar del fallido intento de capturar a los antiguos incas y de su posterior captura en las alturas de Langui – Micaela y sus hijos Hipólito y Fernando quedaron atrapados en Livitaca cuando intentaban escapar hacia La Paz – lo que ocurrió entre finales de 1780 y mediados de 1781 no pasó desapercibido, ni en Lima ni fuera del virreinato peruano.

Cuarenta años después de estos eventos, el Imperio español llegó a su fin, aplastando a Túpac Amaru y Micaela Bastidas y tratando desesperadamente y con dureza de borrar sus nombres de la memoria colectiva. Ellos nunca lo supieron, pero lo que realizaron no fue en vano.

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